Las disciplinas, siguiendo a Foucault, van constituyendo un eje que domina, sistematiza, ordena y normaliza la vida individual y social del ser humano, a partir de la época clásica en adelante. El enemigo esencial, en este contexto, es la espontaneidad, el acto sin sustento, sin formar parte de un ciclo de conductas objetivadas, el acto "sin sentido". Ya se había constituído la sociedad normalizadora; el enemigo más que una disciplina alternativa (Pirque) se constituye en el sin razón, el regreso a los sectores más recónditos del alma humana, es el acto desprendido de su objetivo. La propia vida, en definitiva, se revela: "La vida como objeto político fue en cierto modo tomada al pie de la letra y vuelta en contra el sistema que pretendía controlarla".
"A History of Violence", de David Cronemberg, nos ejemplifica esta tensión. El protagonista vive en el mundo perfecto, encerrado y tradicional de los pequeños pueblos de EE.UU. Todo su mundo está pleno de rutinas pequeñas, tranquilas, cubiertas de buen humor y calma, "vida provinciana" diríamos en Chile. No existen escapes espontáneos, arranques extraños, "locura" como podría decírsele. Sin embargo, en el camino se revela la falsedad de aquello: el protagonista tenía una doble vida, que había tratado de olvidar sin éxito, fue un peligroso mafioso asesino de Filadelfia. La violencia vuelve, aflora entonces, antes incluso que se revele el engaño, como una forma de contradicción violenta , estertor de la violencia que no tenía formas legítimas de escapar en ese mundo normado y disciplinado. Y al revelarse su verdadera vida, no sólo cambia su relación con los demás, sino que ese mismo mundo de la paz cotidiana afincada en las normas tradicionales se va convulsionando por la espontaneidad que no logra evitar: la violencia, que ingresa a raudales en un círculo de lo agresivo, brutal y sin sentido.
Me gusta ese film como ejemplo, y me gusta la cita de Foucault, porque muestra cómo tras todo disciplinamiento surge la espontaneidad, la "barbarie" según los decimonónicos, lo "ineficiente" según nuestra cultura actual, lo vivo en definitiva. Sea en forma de violencia, pasión, protesta, juego, amor, grito, arte, literatura, etc., lo espontáneo emerge siempre, y amenaza con la potencia de su voz a la cómoda estabilidad de lo oficial. Es la cultura "desde abajo", que consciente o incosncientemente, se opone al disciplinamiento y lo ataca con sólo continuar viviendo, así sin más, espontáneamente, libremente; mutando, deviniendo, entretejiéndose entre los recovecos del discurso, y molestándolo continuamente. Es la fiesta, reflejada tan hermosamente por Joan Manuel Serrat (video y letra de la canción a un costado)
La industria cultural ligada al discurso oficial tiene siempre ese enemigo inocente, no declarado, pero tremendamente eficiente de lo local, lo popular, que se apropia de ella y la hace suya, la resignifica, le entrega nuevas voces, la deforma, y crea algo nuevo, único, verdaderamente propio. Es la misma porfía del americano que, tras la llegada de los españoles, no puede evitar la desestructuración de sus tradiciones, pero conserva resabios de ellas, se niega inconscientemente a aceptar literalmente las nuevas doctrinas y las malinterpreta, las deforma, las mezcla con sus concepciones, y crea algo nuevo, único, plenamente suyo, donde se oye su voz con toda la potencia creativa de su ser. Ahí está el día de los muertos de méxico, el Barroco quiteño o cuzqueño, las animitas chilenas, el cuasimodo, los juegos y fiestas populares, etc. etc. La misma porfía de las diversiones populares del siglo XIX, tan atacadas por la oficialidad (cuando el ocio se transformó en enemigo), que para sobrevivir mutaban, se revolvían, se adaptaban, creaban en definitiva.
Así, el Homo Ludens (Huizinga) se dedica a jugar con las normas y lo dado, a vivir entre los márgenes, a crear espontánea y desenfrenadamente nuevas formas a partir de lo que pretenden imponerle. Es un juego tremendamente serio, el juego de la sobrevivencia del yo, de la lucha contra la uniformidad, contra la alienación, contra la enajenación. La fiesta, el carnaval bajtiniano, el descontrol, la tradición de nuestro campo profundo, son muestras claras de aquello. Tal como las poblaciones "conflictivas" durante la dictadura llenaban de colores sus calles, enarboladas de banderas, mientras ingresaban los militares a cumplir su faena represora. Sobrevivir, llenar de colores la vida. Gesto tan diverso al embanderamiento de "Balcones con banderas" de Carlos Cerda, donde se celebra el triunfo del golpe militar. NO, esto es distinto, es un estertor de color, de vida, de potencia creadora.
Es hora de reinvindicar el "Ingenio del chileno" (y del lationamericano en general), y situarlo en el lugar que merece: no como el obstáculo de la modernización (como pretenden hacernos ver), sino como el último resabio que nos queda de esa vida creativa que sigue volviéndose en contra de ese sistema que pretende controlarla...